Todos hemos escuchado alguna vez la regla de los 3 “ochos” para distribuir las 24 horas del día: 8 horas de trabajo, 8 horas de ocio y 8 horas para dormir. Sin embargo, los estudios* demuestran que un adulto duerme de media 6,8 horas al día.
¿Qué ocurre con ese tiempo que nos falta? ¿tiene alguna consecuencia en nuestra salud?
En primer lugar, dormir poco tiene consecuencias sobre nuestro metabolismo y se asocia a un mayor riesgo de padecer obesidad. La explicación es muy sencilla: la falta de sueño afecta al ritmo circadiano, el ciclo del día y la noche de nuestro organismo, y a su vez, este ciclo es el responsable de distribuir el ritmo de la insulina, hormona que interviene en el metabolismo de los carbohidratos. Cuando este ritmo es constante y amplio, todo funciona correctamente. En cambio, este buen funcionamiento se “estropea” al acostarnos tarde o dormir pocas horas.
Otras dos hormonas son las responsables de que al dormir poco, descuidemos nuestra alimentación: La leptina y la grelina. La leptina, es la hormona que regula la sensación de “saciedad”, y nos indica que hemos comido bastante. La leptina sufre una bajada ante la falta de sueño, por lo que nos despertamos con mayor sensación de hambre. La grelina en cambio, es la hormona que estimula el apetito y aumenta al dormir poco, provocándonos antojos de alimentos densos en calorías y azúcares.
Por ultimo, hay que tener en cuenta que durante la noche aumenta la secreción de la hormona del crecimiento, y dormir poco interfiere en este proceso. Al dormir, se propicia el crecimiento y reparación de los tejidos, viéndose afectados desde la piel, hasta los músculos, pulmones y uñas. Por ello, al dormir poco perdemos masa muscular y nuestra piel se ve menos sana y reluciente.
¿A qué después de todo esto te animas a dedicarte un ratito más de sueño?